Razones por las que no puedo escribir

jueves, 23 de febrero de 2012


***


Frustración. ¿Será eso? No tengo ni idea, pero es realmente molesto. ¿Por qué no me dejan escribir en paz? No importa lo que haga, lo mucho que me aísle, siempre hay algo que hacer, algo que ordenar, algo que decir, algo que solucionar, algo que corregir, ¡algo que interrumpe! Cualquier cosa, real, virtual, imaginaria, siempre está ahí, haciendo que mi inspiración —caprichosa y sensible— huya despavorida. ¡Déjenme en paz, por la puta madre!

Claro, solo me llaman cuando me necesitan, cuando simplemente les da pereza mover un dedo por sí mismos. Pues se acabó: encárguense, porque yo ya no responderé a sus llamadas. Sí, es auto-destructivo alejar a las únicas personas que parecen estar cerca, pero juro que prefiero mil veces esta escogida soledad a sentir el zumbido de su egoísmo en mi cabeza.

Sé que sentiré remordimientos, porque mi voluntad es así de idiota. Me grita que me levante y encare el abuso y luego me susurra tímidamente que tal vez todo fue un error. Y el fuego se extingue rápidamente. Ahora mismo siento que mi enfado inicial se difumina lentamente, dejándome con una sensación de vacío y aturdimiento.

—¡No esta vez! —dice de repente una voz masculina desde un rincón.

—¿Qué haces aquí? —pregunto, cansada, volteando mi mirada desde la pantalla hacia él.

—Vengo a ayudarte a estar enfadada. —Temple de Ánimo sonríe y me codea. Su actitud alegre me choca, junto con su apariencia jovial y animada. ¿No se supone que debería estar acorde a mi estado de ánimo?

Cierro los ojos fuertemente durante un instante. Ni siquiera sé lo que siento en este preciso instante, en realidad. «¡Y definitivamente tú no estás ayudando!» Quizás debería dejar de escribir, calmarme y luego continuar con un ánimo más templado.

—Pero sabes lo que dicen por ahí —insiste él, frunciendo el ceño, eliminando su sonrisa—, ¡aprovéchalo! Vamos, quiero ver letras aparecer en esa pantalla. ¡Vamos, vamos, vamos! Uno, dos, tres. ¡Sí, eso es a lo que me refiero!

—¿Estás feliz? No sé cómo lo has hecho, pero ¡felicitaciones, estoy sumamente fastidiada contigo! —le grito, levantándome y con unas tremendas ganas de lanzarle un cuchillo en la frente. Busco algo que se parezca, pero no tengo nada a mano—. ¿Qué mierda pasa con estos acentos? —vocifero, golpeando frenéticamente las teclas de mi port —golpe— átil. Portátil. Eso.

Golpe. Él suelta una carcajada. «Malditos, malditos, malditos, malditos», repito en mi mente, viendo cómo todavía los muy malnacidos acentos se niegan a ponerse dónde deben estar. Levanto la vista y me contengo para no soltar una palabrota al aire, que solo me haría ver más trastornada.

—¿Tienes algún problema? —dicen un coro de voces chillonas. Sonrisas burlonas lucen cada uno de los infelices que me estaban jodiendo el escrito. «Justo lo que me faltaba, que aparezcan a joderme en persona».

—Lárguense —les digo con frialdad—. ¡Y pónganse donde deben: aquí! —golpeo la pantalla como una loca, para enfatizar mis palabras—. Me da igual cómo lo hagan, pero hagan su puto trabajo.

Respiré profundamente, tratando de aclarar mis pensamientos. Miro a mi alrededor con cierta sorpresa, al ver que estaba completamente sola nuevamente; suspiro de alivio, aún irritada y desconcentrada. Es francamente increíble, pero sigo sin poder crear nada coherente debido a esta sensación de tic tac - tic tac - tic tac -tic tac que siento en mi interior.

«Tic tac, tic tac, tic tac».

—¡¡Ya suficiente con el tic tac!!

—Qué sensible eres —se queja el reloj, marchándose ofendido.

Ruedo los ojos y procuro concentrarme. Me llevo las manos a la cabeza, encorvándome un poco, tratando de buscar las palabras adecuadas. Un sinónimo, un sustantivo, un verbo... ¿Qué falta realmente?. «Al menos los acentos se están comportando», pienso con una sonrisa de orgullo en el rostro. ¡Algo es algo! Cambio de posición, sentándome como india con las piernas cruzadas. Quizás de ese modo esté algo más cómoda.

Flexiono los hombros hacia atrás y me preparo para escribir...

«I REALLY NEED YOU TONIGHT... FOREVER IS GONNA START TONIGHT»

Bajo la cabeza, sintiendo que las manos me tiemblan. Sonrío siniestramente y agarro el reproductor de música, mirándolo como a mi peor enemigo y estrujándolo como una naranja. No. No puedo hacer eso. Es vital para mi supervivencia, solo es cosa de apagarlo y dejarlo cuidadosamente a un lado. Vamos. Paz, calma, serenidad. Lo alejo de mí tranquilamente, con una expresión de fascinación en mi rostro y vuelvo a mi posición. En el camino, mi pantufla se enreda y casi muero.

¡Casi muero!

¡El portátil casi se cae al suelo!

Una vez que el pre-infarto remite, acomodo todo lo mejor posible para continuar mi labor. Trataba de expresar lo mucho que detesto que la gente me interrumpa cuando una breve racha de inspiración se cuela por mi ventana. Tenía una historia en mi mente, pero ahora nada... se fue. Ugh, ¡cómo lo odio! Como sea, tengo que retomar de algún modo. No escribiré lo que quería, pero será algo. «Peor es nada», me digo.

Intento que las palabras fluyan a través de mis dedos, pero parecen cada vez más trabadas. Frunzo el ceño nuevamente, comenzando a sentirme frustrada otra vez, en lugar de simplemente fastidiada. Controlo ese sentimiento, porque sé que si se desarrolla más abandonaré todo y habré perdido todo este tiempo. Anoto mentalmente el tratar de hacer trabajar más a mi disciplina. No es posible que a la primera me deje morir. Y pensándolo bien...

—Disciplina, ven aquí ahora —ordeno mirando la pantalla casi vacía con una especie de asco. Siento que mis tripas se retuercen de vergüenza ante la vista. ¿Realmente soy tan mediocre, incapaz de escribir por las continuas e infantiles distracciones? Parece que sí y no estaba dispuesta a tolerarlo. Alzo la vista, dispuesta a abofetear a mi desconsiderada compañera, pero veo que no hay nadie allí. «¡Creo haber dado una orden fuerte y clara!»

—¿Perdón? —Escucho una voz que me hablaba desde mi cama. Allí estaba la muy... Echada en mi lugar de descanso, con el cabello alborotado y bostezando como si no existiera nada más en el mundo que dormir—. ¿Me hablaste?

«Esto explica muchas cosas».

Su aspecto desaliñado y despreocupado no eran demasiado favorecedores. ¿Dónde había quedado la reluciente joven, llena de vida, con una voluntad férrea que llegaba a rozar el fanatismo y de rostro maduro? Me acerco a ella con los brazos cruzados en un actitud de reprobación y suelto un bufido de exasperación al ver que se ha dormido. Le doy un manotazo y se despierta quejándose.

—¿Cuál es tu problema? —protesta, incorporándose de mala gana—. Es tu culpa que esté así, además. Déjame dormir, quiero dorm... ir...

Me apoyo contra la pared, sin poder creer la situación. Temple está más loco que una cabra, los Acentos no me obedecen, me distraigo con todo y Disciplina está peor que un vagabundo borracho. Para rematarla, tengo algunos mensajes pendientes, cosas que debo hacer, las voces que vuelven a mí, arrancándome de mi mundo, para llevarme a la polémica «realidad», que no es sino el pobre reflejo de nuestra propia conformidad. ¡Y todavía no he hecho lo que quería hacer!

Ignoro las voces, ignoro el hecho de que mis emociones están en huelga, que los acentos son unos hijos de su madre y que la disciplina me ha abandonado y simplemente me pongo a escribir. Después de todo, no es como si llegara a ser una obra maestra, aunque tuviera todo a mi favor. Falta demasiado para que pueda leer algo propio y tanto yo misma como el mundo puedan decir: «esto sí que sí».

Pero ese día llegará, lo sé. Tarde o temprano, pero conseguiré que llegue. Mientras tanto solo queda escribir ¿no? No puede ser tan difícil, pienso yo.

—Podrías darme un descanso —sugiere el teclado, observándome seductoramente con sus ojos oscuros y su rostro moreno—. Ya sabes, tú y yo podríamos llegar a un acuerdo...

«Tal vez debería pensarlo de nuevo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014