Solo me permito sentir dolor

martes, 17 de julio de 2012

Nota de la Autora: Dedicado a ti, contemplador de las estrellas y hermano invisible del Principito. Esto no tiene sentido, son solo pensamientos inconexos. Mis diculpas de antemano.


***

¿Solo me permito sentir dolor? ¿Quizás rabia? No lo sé realmente. Y aquí estoy de nuevo, perdiendo el tiempo en lo que deja de sentir mi corazón, en lugar de poner esfuerzo y ganas en lo que quieren contar mis pensamientos. Pero, ¿cómo pueden ellos contar historias si el corazón está ocupado en otra cosa?

No estoy sola. Eso lo sé, debería sentirlo, sé que mi cuerpo lo notará en cualquier momento y mandará la orden a mis ojos para que dejen de llorar. Sé que hay mucha gente dispuesta a apretar mi mano y ser mi bastón. Sé que hay gente que ha desnudado sus almas ante mí y me ha prometido amor y consuelo. Sé que no estoy sola.

¿Por qué entonces solo me permito sentir dolor? Debería ocuparme de otras cosas, debería dejar de mirarme a mí misma y concentrarme en otros asuntos. Debería simplemente dejar de cuestionármelo todo. Pero hay tantas cosas que debería hacer… tantas cosas que no entiendo, tantas preguntas que no puedo respondar.

No puedo hacer nada, no puedo escribir, estás palabras son el resultado de azotes de dolor contra las palabras, esclavizadas ante una maestro insensible, sin emociones, pero… que llora. ¿Cómo puedo ganar si no puedo sentir? ¿Cómo puedo escribir si no puedo sentir? ¿Cómo puedo vivir si no puedo sentir?

Vale, vale, no es cierto. Estoy exagerando como siempre. Pero realmente lo creo, realmente no lo siento. Ahora, en este segundo, siento una congoja intensa, un dolor frío y una nostalgia tan profunda que siento que me desgarra, pero mañana o quizás más tarde todo cambie y volveré a ese estado de muerte pacífica, en donde ni los peores horrores ni las mejores noticias cambien mi ceño.

¿Por qué tiene que ser así? Es un fracaso. Soy un fracaso. ¿Y tú qué, aprendiz? ¿Y tú qué, hermana? ¿Y tú qué, amigo, compañera, conocido? ¿Acaso crees que me conoces? Piénsalo de nuevo. Piensa en si alguna vez me has visto llorar, piensa en si alguna vez has creído mis palabras. Siempre fui sincera ¿saben? Siempre dije la verdad, siempre afirmé ser como soy.

Siempre supieron que yo no podía sentir más que esto, que esta masa sin sentido de amargura pacífica. La parte favorita de mi cuerpo es mi sangre: rara, oscura, aromática, dolorosa. Quiero verla ahora, quiero ver eso de mí que todavía admiro, que todavía miro con una sonrisa. Quiero ver aquello que me mantiene viva y que fluye con la misma monotonía que vibra mi alma.

―¿Dónde estás?

Eso. ¿Dónde estás? Dijiste que serías parte de esta historia, pero abandonaste la nave mientras aún podías. Querías tus propias aventuras, querías tus propias glorias, querías ser un guerrero, un vagabundo, un borracho romántico, querías brillar. Nunca pensaste en que quizás el bastón se rompía si es que te marchabas o que la nave se empezaría a hundir sin uno de sus marineros.

Pero esto no es solo sobre ti. Es sobre las lágrimas que aún caen, sobre el piano que no dejo de escuchar en mis oídos, sobre este corazón de plástico, de goma, de tela que no cambia un solo ápice aunque mi alma se desgarre. Sobre las esperanzas que muchos vieron en esta nave que ahora se está hundiendo.

―¿Quién soy?

Sí, eso, ¿acaso alguien lo sabe? Claro que no. No dejo que nadie lo sepa y tal vez yo misma no quiera descubrirlo, quizás quiera permanecer en el misterio mágico de no saber quién se oculta tras la coraza de hielo que parece no derretirse con nada. Tú quisiste hacerlo ¿no? Pero no la derretiste con esa tibieza propia del fuego. La rompiste con tu puño.

Y tú también y tú. Y tú. Todos vosotros. Quisieron tocar lo que hay debajo del hielo para toparse con más barreras hasta finalmente llegar a la piel y la carne desnuda y frágil. Para toparse con esa piel y esa carne heladas y frías, con ojos mustios, con sonrisas que ocultan oscuridad. Con simplemente un sueño roto, con una fortaleza mentirosa, con una sabiduría insegura.

―¿Por qué no siento nada más que esto?

Dices que grite, dices que cambie, dices que deje caer la coraza. ¿No lo entiendes? Esa soy yo en realidad. La piel es solo una cáscara, una apariencia de humanidad. Hay emoción en el hielo, sí, pero es rápidamente apagado por este. ¿Por qué todos ustedes no entienden lo que soy? ¿Por qué yo no puedo aceptarlo? Busco tareas que implican repetir esos puñetazos ante el hielo, quiero llegar a tierra de lavas y de ardores, quiero que vuelvas, Pájaro Burlón.

Cada uno me ha dicho algo distinto. Cada uno. Y ninguno ha visto mis lágrimas. Son saladas, como las vuestras. Son saladas y ardientes y caen mientras una mirada apagada las libera poco a poco mientras las palabras se acumulan. ¡Qué fácil es escribir de uno mismo! ¡Qué fácil es llorar cuando nadie te está mirando! Qué fácil es dejarse derrotar, qué fácil es simplemente abandonar el juego, no solo el tuyo, sino el de todos.

―Creo que te quiero.

No lo sé. No sé si quiero o no. No sé si duele o no. No sé si te extraño, Pájaro Burlón. No sé si la ira se levanta contra ti, pequeña. No sé si necesito de tu bastón, iluminada. No sé si quiero tu abrazo, hermana. No sé si quiero vivir, querida aficionada de escritora que lleva mi nombre. No sé si quiero escribir realmente, pero lo hago, porque puedo y porque así puedo sentir. Solo un poco ¿sabes? Solo el poco suficiente para que ahora más lágrimas caigan.

Y me recuerden que sí, vale, soy un ser humano, aunque a veces no lo parezca. Para deciros a todos que sí tengo un corazón, aunque sea un poco más pequeño que el de ustedes. Quieren que los quiera a todos. ¿Cómo quieran que quepa todo eso en un espacio tan reducido? ¿Y luego se sorprenden que me duela?

No importa. Esto no es útil. Esto en tres minutos más habrá cesado y la niebla volverá a cubrirme con una sonrisa tranquila. Con esa serena pasividad que controla todos mis movimientos. La sangre cumplirá su tarea y bombeará, continua y pausada, la vida a cada rincón de mi cuerpo. Cerraré los ojos y seguro las lágrimas se habrán agotados, aunque aún se encharquen en mis mejillas. ¿Qué relevancia tiene esto? Si en veinte años más, tomara esto: ¿qué pensaría?

«Qué cría más estúpida».

Tú me acusaste de no tener corazón. Tú me acusaste de no querer escucharlo. Tú me acusaste de no ser lo suficientemente fuerte. Tú me acusaste de no ser lo suficientemente débil. ¿Qué quieren ahora? Aquí está mi corazón. ¡Lo escucho! ¡Aquí está! ¡Y solo sirve para bombear sangre! ¡Solo sirve para retorcerse de dolor en mi interior?

¿Para eso quieren que sienta? ¿Eso quieren admirar? Adelante, háganlo. O desprécienlo. No importa. El amor es de dragones, Pájaro Burlón: ¿por qué te fuiste? ¿por qué me hiciste quererte de esta forma? No quiero más preguntas. Esto no tiene sentido, belleza o emoción. Son solo las palabras de una chica confundida y egocéntrica, que no tiene más inspiración que escribir sobre su propia insensibilidad.

Vaya mentira, vaya patraña. Y para ustedes… Gracias. Sí, los quiero y gracias. Irónico ¿no? Tanto odio, tantas lágrimas para terminar perdónandoles todo, para terminar sonriéndoles y sabiendo que les quiero. Sabiendo que te quiero y te extraño como nunca, Pájaro Burlón. Sabiendo que no te odio y que no siento rencor contra ti, pequeña. Sabiendo que necesito tu bastón y que amo su madera, iluminada. Sabiendo que no rechazaré tu abrazo y te lo devolveré, hermana.

Sabiendo que no siento nada más que esto, pero ¿acaso no es suficiente? Puede que no lo sea. Puede que nunca gane la carrera. Pero me contentaré con intentarlo y con recibir la sonrisa al final de la carrera. Sabiendo que necesito más, pero que puedo sobrevivir. Siempre puedo hacerlo.

Para eso aprendí a escribir ¿no? Para permitirme sentir dolor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014