Jaque (I)

viernes, 7 de septiembre de 2012


***

―Esto no puede estar bien ―gruñó R―. Esto simplemente no está bien. ¡Esto es una trampa! ―Lanzó un puñetazo al aire para posteriormente hacer lo mismo contra la mesa―. ¡Es una trampa! ¿Cómo no puedes verlo? ¡Es una jodida trampa!

―Te escuché la primera vez ―susurró con frialdad la mujer. Apenas podía contener una sonrisa desafiante, pero un rastro de preocupación y tristeza velaba sus ojos. Estaba apoyada contra la ventana, mordiéndose uno de los nudillos de la mano derecha y uno de sus pies golpeaba el suelo rítmicamente―. Y en realidad, dudo mucho que estés pensando con sensatez.

R lo miró con una expresión de incredulidad y casi de dolor por aquellas palabras. No podía creer que su jefa ―¡ella de todas las personas!― estuviera de verdad considerando volver a esa guerra. Sabía que las cosas habían estado algo lentas últimamente en La Agencia, que había semanas en donde ninguno había tenido más trabajo que la de observar los días pasar como gusanos sobre la tierra.

¡Pero aquello era demasiado!

―Te está engañando para que creas que las cosas están bien. ¡Es un espía, Aillea! ¿Lo recuerdas? E-s-p-í-a. ―La mirada dura y penetrante de su superiora lo cortó un poco, pero no se amedrentó―. Es un jugador astuto: te usará como su juguete para luego burlarse de ti.

―Eso no es cierto.

―Solo te estás cegando. ¡Quieres creerle! Sabes cómo es Zoe. Ella tomará el control y te hará pedazos.

―Él no es así. ¡No lo conoces!

―¡Tampoco tú! ¡Ingenua!

―¡SUFICIENTE!

Ella se levantó, temblando de furia e indignación como un volcán encendido. Un silencio incómodo y pegajoso se instaló entre ellos, pero ninguno bajó la vista durante largos segundos. Aillea apretó los dientes e hizo el gesto que R estaba esperando.

―Lárgate. No quiero verte hasta que yo te lo ordene expresamente. ¿Quedó claro?

―Sí, señora.

―Márchate.

El hombre se lo pensó algunos segundos y durante unos instantes bastante tensos, pareció que él haría algún comentario adicional, pero finalmente se limitó a marcharse con un paso rigido y un portazo bastante elocuente. La mujer respiraba con cierta dificultad por el arrebato de cólera que había sufrido, pero aún se sentía demasiado enojada como para analizar cuidadosamente qué hacer a continuación.

Observó con una mezcla de congoja y alegría el pequeño chip que estaba sobre la mesa. Maldijo nuevamente a Zoe, a R, a Igor y a todos los que la rodeaban y tarde se dio cuenta que sus maldiciones no iban contra el único culpable. Había elegido esa vida. La Agencia no era una institución cualquiera: la había construido con sus propias manos, convocando a sus aliados con trabajo y esfuerzo.

Pero no le había dedicado el tiempo suficiente, en especial últimamente. Podía excusarse con mil razones distintas, pero la realidad era evidente y sus empleados se habían enfrentado a una época de crisis que todos temían volver a sufrir. Entendía el miedo de R. En un par de horas, estaría Igor, el presidente de la Comisión, presentando la opinión formal del equipo, eso era seguro. Y no estaba de humor para ello.

―A la mierda. ―Dijo con una nota de desprecio―. No voy a responder. Esto no es un juego privado. La Agencia tiene cosas más importantes de las que preocuparse.

―¿En serio? ―susurró una voz suave y peluda desde el rincón de su oficina―. No pretendas engañarte, mi estimada. Y, por cierto, creo que R tiene algo de razón…

―¿Tú también? ―gruñó la mujer observando al felino que la miraba con displicencia desde lo alto de la estantería―. Hazme un favor y…

―… pero estoy de tu parte. Eric no es así. ―De un salto se dirigió hacia ella con un caminar indiferente, pero preciso―. Quizás tu problema no sea él, sino sus hermanos. ―Se detuvo y se sentó, penetrándola con sus ojos amarillos―. La pregunta es, ¿cuán lejos estás dispuesta a llegar? ¿Arriesgarás a tus hombres? ¿Te expondrás a que usen esto contra ti? ¿Estás dispuesta a soportar nuevamente el silencio?

«¡Claro que sí!», quería gritar, pero se contuvo a tiempo. No por nada Tajem era su mejor consejero, pese a que levantara también las más ácidas murmuraciones. Si le estaba diciendo eso, quería decir que había alguna razón importante para ello. Se tomó unos segundos para pensar seriamente en su respuesta, al tiempo que cerraba los ojos.

La Agencia tendría que continuar funcionando. No podía destinar todos sus recursos en aquella guerra privada ―¿lo era en realidad?― contra ellos. Tampoco podía ignorar la oportunidad y definitivamente no lo haría. No podía hacerse la idea de que aquello era permanente: debía enfrentar la realidad y asumir que quizás fuera uno de los pocos intercambios que tuviera con los tres problemáticos hermanos, conocidos por su sigilo y por desaparecer en el momento más inesperado.

Era probable que los tres hubieran gestado todo eso, incluido el mensaje grabado para amedrentarla, ilusionarla y sacarla de la competencia. Una técnica casi de libro, recordaba haberla estudiado en La Academia LR en los libros de texto, riéndose por su carácter tan básico. Sonrió con ironía. Aparentemente, lo más básico y primitivo era lo más efectivo. ¿Podía La Agencia sobrevivir a otra treta parecida?

―Estoy dispuesta, Tajem.

―Lo sé, pero tenías que reflexionarlo mejor. ―El gato gris la miraba con una fijeza que, en las ocasiones más desesperadas, solía intimidarla, pero no apartó la vista―. Ahora, debes ser cuidadosa. Analiza su mensaje y decide en consecuencias. ¿Crees que fue preparado? ―Negó con la cabeza con lentitud―. Tampoco yo, pero no podemos descartar la posibilidad. Las cosas terminaron mal en La Última Redada, ¿no es así?

―Fue culpa de Zoe. Y no fue tan malo… ―Se miró las manos, como una niña pequeña a la que acababan de pillar robando dulces―. Sé que es temporal. Zoe meterá sus manos y Syveles… es la voz de la razón, le convencerán para dar un paso atrás nuevamente. Además… es lo correcto, ¿no es así? Mi Agencia es solo un estorbo para ellos. Soy el ancla del barco, pronto notarán que no les dejo avanzar y volverán a arrancarme de su casco. ―Un tono robótico y, a la vez, amargo destiló en cada una de sus palabras―. R tiene razón… esto es solo un juego, pero... ¿es tan malo querer jugar?

Tajem no respondió a su pregunta ni a los pensamientos en voz alta que su jefa había dicho. Esa clase de divagaciones no tenían la menor importancia. Había una razón por la que ese mensaje había sido entregado, aunque todavía no supieran qué. La sonrisa de Aillea al ver la tarjeta de memoria no había tenido punto de comparación, pero también sabía que la duda la corroería mientras eso dudara.

«Un chico listo ¿no es así? Creo que esto es un jaque. Juega bien, niño, y conseguirás tus objetivos».


―¿Le enviarás otro mensaje? ―preguntó el felino con serenidad―. Supongo que no estás grabando esta conversación, ¿verdad? ―El tono de sarcasmo y burla era demasiado evidente en su voz animal, pero Aillea no respondió a la provocación.

―Sabes que soy de la vieja escuela. ―Sonrió con nostalgia―. Además, no es digno de La Agencia copiar las técnicas de su enemigo ¿verdad?

―Rival ―especificó―. No es lo mismo. Recuerda que ellos creen que eres más lista, haz gala de eso, por difícil que te pueda resultar. ―Tajem volvió a saltar a lo alto de la estantería y murmuró―: Daré el aviso a la Brigada Dragón para que se prepare a salir. Y, mi estimada… ten cuidado, ¿está bien?

La mujer asintió con la cabeza y se sentó en el escritorio. Escribió con una sonrisa vacilante en su rostro, chorreando algo de tinta en la primera línea, insegura y decidida mientras avanzaba:

Si me nombras, desapareceré. ¿Quién soy?

Espero que lo hagas desaparecer seguido. Sigue al tercer hombre de la Brigada Dragón hasta donde te lleve. Quizás descubras alguna sorpresa oculta bajo la tierra. Tal vez solo estoy probándote. Dile a tus hermanos que hacen bien al aconsejarte, pero que espero que no consigan sus propósitos. Algún día nos volvemos a tomar unas copas en el Terremoto. Si me descubres, pago yo, pero me traes la copia que te pedí. Sabes que cobro las promesas.

Por cierto… Debieron tener un curso de francés en La Academia, eso habría solucionado los problemas de traducción. Lo bueno es que tú tampoco sabes.

Tu turno de mover. Jaque, aunque todavía no sé para quién.

«Esto será suficiente». Aillea se preguntó si seguiría la pista del hombre de la Brigada. ¿Se decepcionaría mucho al saber que era falsa? Esperaba que no, aunque tal como iban las cosas… Se apoyó contra el sillón y exhaló un suspiro. La Agencia nuevamente estaba en movimiento, lo que quizás fuera la intención de los hermanos. Nada más que eso: cuando vieran que sus hombres volvían al trabajo, volverían a desaparecer con la bruma.

Pero era un precio que estaba dispuesta a pagar.

What worth the price is always worth the fight ―canturreó Tajem desde lo alto con un ojo abierto sobre ella. Aillea soltó una carcajada ante aquella velada burla. Rompió el mensaje que acababa de escribir en exactamente 11 trozos, unió las piezas y en varios pedazos escribió un par de letras que, unidas formaban una frase.

J'ai confiance en vous

Los metió todos dentro de su ya recurrente sobre firmado y, recostándose otra vez contra su sillón, se llevó una mano a la frente. R le gritaría: 'Te lo dije', luego de presentar su renuncia si todo eso no funcionaba. Una expresión astuta se formó en su rostro. Enviaría a R como el tercer hombre de la Brigada Dragón. Soltó una sonrisita entre dientes ante la idea y comenzó a trabajar en el resto de sus obligaciones, dedicándole un breve mirada a la tarjeta de memoria.

«Tenía que ser él, ¿verdad?».

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