Exageradas

sábado, 6 de octubre de 2012

¡Inconcebible! ¡Increíble! ¡Indignante! La joven apretó los dientes y buscó algo de poco valor que pudiera tirar contra la pared en aquel momento. ¡La vida se empeñaba en ponérsela difícil! ¿Cuál era el punto de todo aquello? ¿Qué intentaba Dios, Alá, el destino, el karma o la energía con todas aquellas tretas? No solo intentaban despojarla de sus propios y más profundos ideales ―¡algo que no lograrían, lo juraba!―, sino que además la torturaban con desgracias increíbles.

Cada día que pasaba, el mundo se oscurecía ante sus ojos: injusticia, egoísmo, avaricia, cólera, intolerancia, discriminación, manipulación, corrupción... Permanecía firme, dispuesta con la espada y el escudo de la luz, mirando con inquietud su alrededor más experimentado y fiero que ella. No tenía la verdad. La verdad era que el mundo era oscuro y terrible. La verdad era que las personas tendían al mal. La verdad era que, posiblemente, nada tuviera remedio.

Pero prefería las ingenuidades vacuas que aún se anidaban en su corazón. Prefería luchar contra ese mundo e iluminarlo aunque solo fuera durante un segundo. Prefería sonreírle y tenderle una mano a las personas, aunque luego la hirieran cien veces, aunque luego el olvido se las llevara. Prefería creer que todo podía cambiar, aunque la realidad se empeñara en darle una clase entera de por qué no era posible.

¡Pero todo aquello tambaleaba con los últimos acontecimientos! ¡Todo se derrumbaba! Una de las peores desgracias había azotado su vida y podía sentir cómo todas las convicciones se debilitaban en su mente.

Observó con fastidio el par de auriculares que ahora, luego de una reparación previa, marchaba directo a la basura…

«Maldito Síndrome de Se Escucha Por Solo un Lado». La vida podía ser realmente dura.

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