Susurro: Indolencia

martes, 2 de octubre de 2012

¿Qué se puede pedir, en realidad? ¿Se puede exigir que la gente crea en algo mejor? ¿Se puede pedir que los corazones sientan? ¿Se puede pedir que los ojos vean? ¿Se puede pedir que los oídos escuchen? Parece que ya es demasiado: parece que ya nadie en el mundo quiere creer, sentir, ver o escuchar. Lejos, en burbujas de humo y metal, nada es importante, nada es relevante, nada importa más.

¡Que alguien lo haga! ¡Que alguien lo solucione! En realidad, no tiene solución, piensan todos. ¿Para qué preocuparme? ¿Para qué luchar contra la marea si esta me terminará arrastrando? ¿Por qué predicar en el desierto si nadie va a escucharme? Indolencia pura, ignorancia terrible que se apodera de cada rincón y de las mentes de cada uno de nosotros.

¿De qué vale luchar por algo mejor? ¿De qué vale amar si me dejarán? ¿De qué vale estudiar si terminaré en la calle, cocinando hamburguesas? ¿De qué sirve leer si todo acaba? Lo vale. Vale luchar por algo mejor, aunque termine sin alcanzarse. Vale amar con todo el corazón, aunque el viento, la marea y las montañas separen y las dificultades sean muchísimas. Vale aprender, aunque luego la vida me golpee. Vale leer, porque esos mundos ya no existen, pero podrían existir.

Quien ha luchado, sabe que cada gota de sudor, sangre y lágrimas vale la pena al final del día.

Quien ha amado, sabe que cada lágrima, duda y ansiedad no son nada en comparación con lo que realmente arde en el interior.

Quien ha aprendid sabe el verdedadero del conocimiento que nunca es arrancado y que puede elevar al más humilde y humillar al más poderoso.

Quien ha leído, sabe que los sueños son necesarios, porque si no soñamos hoy, si no soñamos ahora que podemos... ¿qué queda para mañana?

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