Terror non est [Fanfiction] - Capítulo II

sábado, 27 de octubre de 2012

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 2: Crepúsculo


Un segundo después de que mis huesos se quebraran bajo la presión de las paredes, abrí los ojos en un grito silencioso y me levanté con dificultad. No estaba en el pasillo. A mi alrededor, una nueva oscuridad, una penumbra algo más clara, pero aún así envolvente, se cernía nuevamente sobre mí. Por un segundo, creí estar de vuelta en mi celda, sin poder ver ni encontrar una salida, pero algo parecía distinto.

Me toqué los brazos, confuso. Me moví unas cuantas veces. No tenía nada roto. Mis manos estaban secas y no sudorosas como las recordaba. Mi pulso estaba tranquilo y me sentía descansado y lleno de energía. Ahora podía ver un poco más allá de mi propia mano. Me sobresalté cuando logré ver la silueta de mis propios dedos, por primera vez desde que había entrado en el pasillo de luz.

Veía mis pies y podía ver el terreno donde pisaba, pese a que aún así la luz era muy poca. Chequé mi cinturón y todo seguía exactamente igual. Pero algo había cambiado. Esa no era mi celda. Sacudí la cabeza y traté de concentrarme. De acuerdo, no estaba en la primera habitación y no estaba en el pasillo. ¿Eso había ocurrido realmente? No había tiempo para comprobarlo. Era evidente que estaban jugando con mi mente, aunque el pensamiento de que lo mismo le estuviera pasando a los demás, me aterraba mucho más.

―¿Dónde estoy? ―susurré para mí mismo y el sonido familiar de mi propia voz nuevamente se me hizo reconfortante. Cualquiera fuera el villano que nos había encerrado, pagaría por lo que estaba haciendo. Con la «furia justiciera» ―como le diría Star― invadiendo mi cuerpo, me sentí más como yo mismo y decidí rápidamente reanudar mis investigaciones.

El suelo era distinto. No era de piedra, sino de mármol, resbaladizo y elegante. Al tocarlo con mis guantes, pude notar que estaba en perfecto estado y más pulcro de lo que podía esperarse de un lugar como ese. Aunque tampoco sabía dónde estaba.

Me volteé con brusquedad. Un gruñido me recibió por lo bajo, acercándose y golpeando el sonido de gruesas patas contra el suelo. Saqué mi vara boo y con un grito enérgico, repelí a la criatura que me había atacado de improviso. ¿Qué era? ¿Dónde estaba? Gruñía, gruñía y gruñía, cambiando de posición, acercándose y alejándose, en silencio y con más gruñidos. Podía oír sus garras chocando contra el mármol, rodéandome, cazándome.

―¿Qué eres? ―pregunté, sin darle la oportunidad de cogerme con facilidad. Me moví, algo más confiado al poder ver mejor, pero sabiendo que estaba en una completa desventaja. Si aquella hubiera sido una pelea normal, hubiera podido luchar a ciegas, pero… Nada en ese momento era normal en lo absoluto. ―¡Responde! ¿Qué quieres de mí? ¿Por qué me encerraste?

―Hmmm… ―El sonido tan humano me sorprendió y me puso en guardia. ¿No se trataba de un monstruo? ¿Tenía forma humana? ―¿Eres real?

―¿Chico Bestia?

―¿Robin? ¿Real o falso?

―¿Qué? ¿Chico Bestia? ¿Estás ahí…? ¿Dónde estás? ―Busqué con la mirada desesperadamente, pero no lograba ver dónde estaba―. ¡Soy yo, Robin! ¡Sal!

―¿REAL O FALSO?

―¿De qué estás…?

No pude reaccionar. Quizás una parte de mí realmente quería creer que se trataba de mi amigo y no quiso repelerlo. Quizás simplemente el solo pensamiento de que él, Chico Bestia, estaba allí, conmigo, vivo y hablándome, desarmó toda mi defensiva. El lobo oscuro se abalanzó sobre mí, mostrando sus dientes y salpicando saliva sobre mi cara. Tenía los dientes manchados de una sustancia negra y sus ojos brillaban con una cólera y un terror primitivos que también me infundieron miedo.

El olor de sus fauces me abrumó unos instantes. Sangre. Sangre. ¡Eso era lo que olía! A sangre espesa, densa e intoxicante y, por un instante, me debatí bajo el cuerpo de la bestia, tratando de zafarme y de atacarla. Un segundo después, el lobo me lamía la cara con un aullido de gratitud y la forma inconfundible de Chico Bestia se apareció a mi lado.

―¡Viejo! ¡Eres tú! ¡De verdad eres tú!

―Lo sé… ¿Estás bien?

Era la pregunta equivocada. Ahora que podía verlo un poco mejor, aun con la falta de luz, podía notar que Chico Bestia estaba todo, menos bien. El normal color verde de su piel estaba pálido y desmejorado, como si hubiera estado enfermo y tenía los ojos inyectados de sangre. Sucio y con el uniforme rasgado, parecía haberse peleado con… una bestia.

―Mucho mejor ahora. ―Sonrió y se abalanzó sobre mí, abrazándome en la forma de un pulpo. Hubiera reído si no fuera por la situación―. ¡Creía que todos habían desaparecido! ¡Creía que estaba solo, atrapado en este agujero asqueroso…!

―Yo también. ―Apoyé una mano en su hombro. Se veía derrotado y angustiado y eso me daba escalofríos. Quería decirle que me sentía igual, que no sabía dónde estábamos ni qué íbamos a hacer y, en especial, cuánto me alegraba… no estar solo. Pero no podia. Era mi deber guiarlo, ser su líder. ―Pero vamos a salir de esta. Quien quiera que esté detrás de todo esto, lo pagará. No puede contra nosotros. ―Sonreí y casi me creía mis propias palabras.

―¿Cómo? ―Su voz temblaba.

―Ya lo solucionaremos ―aseguré con firmeza―. Primero, ¿qué te pasó? ¿Hay alguien más aquí?

―No lo sé, viejo… A cada segundo creo ver una sombra y retrocedo, pero siento que me persigue. Que hay algo que me está vigilando… Esto ―se señaló a sí mismo y se llevó una mano a la nuca, mientras sonreía con cierto nerviosismo―, me lo hice tratando de perseguir a esa cosa… si es que estaba ahí. Ya sabes, me golpeaba con todo. Ahora que lo pienso es bastante estúpido…

¿Tú crees, pequeño chico verde?

Ya sabía que era inútil gritar y tratar de buscar esa voz que se reía, pero la impresión de Chico Bestia fue la de transformarse en un gorila, soltar un rugido animal y tratar de golpear las paredes en busca del culpable. No podía reprocharle. Lo calmé como pude, luchando contra mi propio miedo y rabia, insistiéndole en que lo que teníamos que hacer era encontrar a los otros.

―Encontré… ―tragué saliva― un trozo del cabello de Starfire… No sé si alguien lo puso allí, pero tenemos que encontrarla. Tenemos que encontrar a los demás.

―¿Y cómo salimos? ―preguntó él con la mandíbula tensa y los ojos desencajados―. ¿Cómo salimos de aquí, Robin? He estado horas… ¡quizás días intentándolo! ¡No hay ninguna salida! ―Se tomó la cabeza con las manos y se tomó unos segundos para calmarse―. Odio esto, Rob. No sé qué me pasa. No puedo pensar. ¿También te pasó? ―Asentí con la cabeza―. Oh, viejo, ¿cómo estará Raven?

―Lo sabremos cuando la encontremos ―insistí. Tenía que mantenerlo concentrado en lo importante y no dejar que se perdiera en sus propias emociones―. Tenemos que averiguar lo que podamos para lograr salir. Tiene que haber un modo… Si pudiera ver un poco más.

―¡A sus órdenes, señor, sí, señor! ―Chico Bestia se transformó en un gato verde a mi lado que se subió a mi cabeza y comenzó a mirar alrededor. Lo empujé lejos cuando volvió a su forma humana―. ¡Seré tus ojos! ¡Tu nariz! ¡Todo! Puedo ver, oler, oír… Aunque no sé de qué puede servirnos.

Le indiqué que hiciera una revisión del perímetro y me informara de cuánto medía. Me sentí bien trabajando en equipo, como si esa fuera otra misión doble y pronto fuéramos a recibir más noticias de nuestros amigos. Esa nueva «celda» era algo más grande que la mía, aunque su suelo también era de piedra. Era más irregular, con bordes filosos y cortantes; ahora sabía por qué Chico Bestia lucía tan lastimado. Al igual que en mi celda, parecía no haber ninguna entrada o salida o siquiera algún tipo de ranura que indicara que no era un cuadrado hermético.

―¿Lo ves? ―dijo Chico Bestia en un tono quejumbroso―. ¡No hay salida!

―Tiene que haberla. Si no, no nos habrían puesto aquí.

―¡Claro que podrían! ¡Teleportación! ¡Intangibilidad! ¡Hay muchas opciones! ¡Nunca saldremos!

«Nunca saldremos».

No.

Claro que saldríamos.

Teníamos que hacerlo. Había podido hacerlo yo ¿no? Había salido de mi celda y había encontrado a Chico Bestia. No quería pensar que eso realmente no había sido gracias a mí. Simplemente había despertado allí, luego de haber intentado atravesar un pasillo que ahora ni siquiera sabía si había sido real. Alguien había cambiado mi lugar a propósito. No quería saber para qué. Esas posibilidades las dejaría para más tarde.

―¡Hey! ¡Viejo! ¡Mira! ¡Mira! ¡Es Raven!

El corazón me dio un vuelco cuando vi lo que Chico Bestia estaba señalando con una sonrisa casi dolorosa en su rostro. Un enorme cuervo de energía oscura se apoderó de la habitación e, increíblemente, pareció iluminar a la propia oscuridad. Soltó un graznido que me hizo estremecer y que borró la sonrisa de mi compañero. Era un grito de dolor.

El cuervo se quedó suspendido en el aire, mirándonos sin moverse. Tampoco nos movimos nosotros, petrificados con lo que veíamos. Era casi como un acuerdo o un hechizo el que nos mantenía allí, inmóviles, devolviéndole la mirada al gran pájaro negro. Mis latidos se aceleraron y por un segundo, temí que fuera a desaparecer. Los labios se me secaron y extendí instintivamente un brazo para decirle que no se fuera.

No sé si fue eso u otra cosa, pero de pronto el cuervo estiró sus alas y la figura encapuchada de Raven cayó de rodillas contra el suelo. Solo bastó un segundo y un quedo quejido de dolor para que tanto Chico Bestia como yo corriéramos a su encuentro.

―¡Raven! ¡Raven! ¿Eres tú?

―¿Estás bien?

―¡Oh, viejo, me alegro tanto de verte! ¡Creía que no íbamos a poder salir, pero ahora que estás aquí…!

―Raven, mírame. ¿Estás bien?

No respondió. Su mano estaba manchada de sangre y se sujetaba el costado con una mueca inconfundible de dolor. Chico Bestia soltó un grito, yo palidecí, tratando de buscar soluciones frenéticamente. Nunca había visto a Raven sangrar. Nunca. Y era demasiada sangre… Por un segundo, me pregunté si no sería suya la sangre que había visto en el mechón de pelo de Starfire, pero no era tiempo de ocuparme de eso.

―No es nada. ―La voz de la hechicera era estrangulada, pero extrañamente serena, solo como ella podía hacerlo―. Estoy bien. Pero ustedes… están asustados…

―¡Claro que lo estamos! ―chilló el cambiante―. ¡Estas sangrando! ¡Tenemos que hacer algo! ¡Llamar a una ambulancia!

Tomé mi capa y busqué algo con el que cortarla para hacerle un torniquete. No obstante, ella me sujetó del brazo y con una pizca de poder, rasgó su propia capa en algunos jirones y cerró los ojos. Le pedí ayuda a Chico Bestia para poder sujetarla. Me preocupaba la actitud tan entregada de mi amiga; la Raven de toda la vida jamás habría permitido que la viéramos de esa forma ni mucho menos que la ayudáramos. La pregunta de por qué no se curaba con sus poderes me angustiaba. No estaba seguro de querer conocer la respuesta.

―Hay mucha sangre ―dijo Chico Bestia.

―Lo sé. Trata de…

Era una herida cortante. Muy profunda. Era irregular, como el de unas garras. Había seccionado piel, músculo y tejidos y sangraba bastante. Recordaba a la perfección las técnicas de primeros auxilios y de medicina de combate que había aprendido ―a la fuerza― en Gotham, pero saltaba a la vista que Raven necesitaba atención especializada. O sus propios poderes, que parecían estar fuera de la conversación.

Me fijé que aquel corte no era la única herida que tenía. Una serie de hematomas cubrían su abdomen y algo que parecía una quemadura se expandía por su hombro hasta su antebrazo derecho. Podía oír su respiración entrecortada y superficial y me angustiaba su sonido antinatural, como si sus pulmones ardieran.

―Eso retendrá la hemorragia por un momento ―dije y mis propias palabras sonaron vacías. Chico Bestia estaba mudo; parecía un autómata, incapaz de apartar los ojos de las heridas de la hechicera, que seguía con sus propios ojos cerrados. ―Raven, tienes que decirnos quién hizo esto.

―¡¡Lo derrotaremos!! ¡Ya verás cómo…!

―Ya vienen…

―¿Qué? ¿Quiénes vienen…?

Raven desapareció en un segundo en un haz de magia oscura, dejándonos con las palabras en la boca y un muy mal presentimiento. Ya nada parecía tener sentido en ese lugar y comenzaba a dudar de que realmente todo esto estuviera pasando o de que realmente mis compañeros estuvieran ahí. ¿Y si no era más que un truco retorcido para engañarme, para jugar con mi mente? Se me ocurría una lista de villanos que podrían crear todo ese escenario, aunque ninguno antes había hecho algo tan oscuro.

Eso parecía más bien el estilo de Gotham… No quise considerar esa posibilidad. Le ordené a Chico Bestia que estuviera alerta y él asintió con la cabeza. Sabía que estaba asustado y preocupado: el olor a la sangre de Raven parecía impregnado en mi nariz y estaba seguro de que los sentidos aumentados del cambiante no lo estarían pasando mejor. «Concéntrate». Solo podía oír el silencio. El silencio y el ritmo constante de mis propios latidos, al que ya me había comenzado a acostumbrar.

Tragué saliva y me di cuenta de que estaba sediento. No sabía cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había comido o bebido, pero de pronto mi cuerpo pareció sentirse débil y fatigado. Luché contra esa sensación, seguro de que no era más que otro truco. Le grité a Chico Bestia que tuviera cuidado y que no se rindiera ante ninguna sensación.

―¡Estoy contigo, viejo! ¡Que vengan los zombies!

«Tenía que abrir la boca…» Fue lo único que pensé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014