Terror non est [Fanfiction] - Capítulo III

sábado, 27 de octubre de 2012

Terror non est [Fanfiction de Teen Titans]

Capítulo 3: Crepúsculo
 
Los nervios se me pusieron de punta cuando escuché los primeros balbuceos. No parecían humanos, por lo que rápidamente pensé en todas las técnicas que tenía a manos para enfrentar monstruos, sombras, alienígenas o animales de cualquier clase. Tenía que estar preparado para todo. Le hice algunas señas a Chico Bestia, tratando de apartar de mi mente la pregunta de dónde estaría Raven. No sabía si había huido o tenía un plan, aunque me resistía a creer que ella nos había abandonado. Sin duda, debía haber una explicación.

Pero no había tiempo para pensar en eso.

Y cuando comenzaron a entrar desde la propia pared, supe que habíamos cometido un error. Supe que Chico Bestia tenía una innata capacidad para adelantarse a los acontecimientos más horribles. Y supe que no estábamos preparados. Los balbuceos, gruñidos y huesos chocando unos con otros en una sinfonía asquerosa me paralizaron por un momento, pero rápidamente recobré la compostura.

―¡Chico Bestia, al ataque! ―grité, tratándole de infundir valor.

Nunca había luchado con zombies, pero había visto muchas películas junto a Chico Bestia y a Cyborg. «Cyborg…» No quería pensar. Él tenía que estar bien. De seguro se abriría paso hasta nosotros en cualquier momento… Mientras, teníamos que luchar. No era difícil combatir contra huesos roídos por el tiempo y la podredumbre, además de sus cráneos partidos, sus vísceras aún sangrantes y las cuencas cubiertas de insectos devorando lo que quedaba de sus ojos.

No eran diferentes a otros monstruos repulsivos que antes habíamos combatido. Pero lo eran. Me sorprendía su agilidad y, en un arrebato de infantilismo, anoté mentalmente el desechar todas las absurdas películas de terror que teníamos guardadas y proveernos de nuevos filmes que nos ayudaran a combatir a zombies reales. Casi sonreí ante la sola idea. Nuevamente me sentía en mi elemento, asestando golpes y patadas con precisión, sin preocuparme de los efectos que provocaba en aquellos muertos, concentrado únicamente en derribarlos a todos. Casi volvía a sentirme… normal.

―¡No! ¡No! ¡No! ¡No!

―¡Chico Bestia! ―Rompí el cráneo de uno de aquellos zombies deformes por la mitad y aparté la mano de los restos de cerebro que quedaron en mis guantes―. ¿Dónde estás? ¿Me escuchas? ¡Chico Bestia!

Veía que luchaba en la forma de un tigre contra un par de zombies que no alcanzaba a reconocer. Incluso en su forma animal, podía distinguir el dolor y la pena en sus ojos y corrí hacia él para intentar ayudar. Una mano agarró mi capa y me tiró al suelo. Sentí el dolor del golpe, pero rápidamente me deslicé a un lado para evitar que la horda de muertos me atrapara. Me volteé.

Horror.

La sangre se heló en mis venas y pude sentir como el corazón se detenía en mi pecho. Era como si una mano invisible hubiera agarrado mis entrañas y las hubiera apretado hasta no dejar más que un líquido rojizo y chorreante a través de mi cuerpo.

¿Qué sucede, hijo? ¿Te olvidaste ya de nosotros?

―¿Olvidaste tan pronto a tu familia? ¿El petirrojo olvidó cómo volar?


«Mamá… papa…» Temblaba. Podía sentir una mezcla de emociones y sensaciones azotando mi mente y mi cuerpo y me vi incapaz de reaccionar por algunos segundos. Sentí deseos de vomitar y dejarme caer, de cerrar los ojos y despertar en mi cama, en la Torre, quizás con el ruido de la alarma o de un nuevo amanecer. O, mejor aún… amanecer nuevamente en el circo, donde ellos, reales y vivos, me esperaban para una nueva función.

El asco, la repulsión, la rabia y el dolor jugaban con mi mente y la retorcían. Oí que alguien se reía y arremetí casi con odio contra aquellos cuerpos falsos que solo deshonraban la memoria de quienes más amaba en el mundo.

―¡¡USTEDES NO SON ELLOS!!

Destrocé sus cuerpos bajo mis manos con gritos de rabia y desesperación. Sus huesos se rompieron bajo mis puños y sus gritos se apagaron contra el ruido de mi propia voz. Ahora sabía lo que había visto Chico Bestia. Podía entender su rabia, su dolor, su furia. Los seres queridos que habíamos perdidos ahora volvían contra nosotros como fantasmas repugnantes, obligándonos a destruirles y a ver sus cadáveres ante nuestros pies.

«No son ellos, no son ellos», me repetía en mi mente. Sabía que ellos no eran reales, que no eran más que un truco sucio y retorcido de algún psicópata, creado para torturarnos. No era la primera vez que me enfrentaba de esa manera a mis padres, pero el dolor no era menos ni por un ápice. Apreté los puños y controlé cualquier otro impulso que tuviera. Con cierta frialdad y lástima, vi el cadáver descompuesto y despedazado de Terra y me acerqué a Chico Bestia que estaba de pie junto a varios trozos de cuerpos, con el rostro desencajado.

―No son reales ―susurré y apoyé una mano en su hombro, apretando con fuerza. Él bajó la vista y apretó los dientes―. Son solo trucos para atacarnos. ―Tragué un poco de saliva, sin saber cómo seguir―. Ella está viva ¿recuerdas? Está bien. Eso… ―señalé el conjunto putrefacto de huesos sin siquiera detenerme a mirar―, es solo un fantasma.

Él asintió con la cabeza y me dedicó una mirada agradecida. Ambos sabíamos que aquello no era más que un engaño, pero eso no lo hacía menos duro. Estreché su mano y ambos soltamos un suspiro. Me prometí a mí mismo volver a la tumba de mis padres tan pronto como pudiera salir de allí. Quizás podría hablar con Bruce…
―Vamos a salir ―dijo Chico Bestia―. ¡Vamos a patear sus traseros y a salir de aquí!

Antes de que su entusiasmo pudiera darme más energía, nuevos gruñidos y sonidos comenzaron a acercarse. Le dediqué una mirada decidida y él volvió a asentir: estaba preparado. Más cuerpos descompuestos aparecieron a través de la pared, arrastrándose y corriendo hacia nosotros, dispuestos a devorarnos. Antes de que pudiera dar la orden de ataque, ahogué un grito de sorpresa.

―¡Starfire!

―¡Viejo, es Cy! ¡Y Raven!

Nuestros tres amigos habían aparecido junto con la horda de cadáveres y habían empezado a luchar contra ellos.

―¡Booyah!

―¡Nadie va a tocar a mis amigos! ―oí gritar a Starfire y creía que el corazón se me saldría del pecho de alegría. ¡Todos estaban bien! Estaban allí, a salvo, peleando. Solo me demoré unos cuantos instantes en unirme a ellos y en menos de quince minutos, solo estábamos nosotros bajo una pila de huesos y descomposición, de la que nos ocupamos de amontonar en un rincón.

Starfire fue la primera en abrazarme y en quitarme todo el aire de los pulmones. No podía estar más feliz de que pudiera volver a sentir eso. Chico Bestia se había abalanzado sobre Cyborg, que lo tenía ahora agarrado del uniforme, cabeza abajo mientras ambos se entrechocaban las palmas. Raven, siempre algo más retraída, simplemente nos observaba desde una distancia con una expresión que reconocí como aliviada en su rostro encapuchado.

―Amiga Raven, ¿estás bien?

―Estoy bien ―respondió. Al notar la mirada penetrante tanto de Chico Bestia como de mí, rodó los ojos y añadió―: Logré curarme un poco. Ya estoy bien. Gracias por la ayuda.

―¡Eso es genial, Rae! ―Ahora fue turno de Chico Bestia de abrazar a la chica, quien solo mostró una expresión fastidiada y rutinaria, aunque la tensión en su cuerpo había casi desaparecido―. ¡Creía que los zombies iban a comer nuestros cerebros!

―Probablemente se habrían muerto de hambre contigo.

Chico Bestia le devolvió una mirada seria, pero se echó a reír de inmediato. Cyborg le siguió y, lentamente, cuatro miembros del equipo ―incluido yo mismo― nos estábamos riendo a carcajadas de aquella broma, mientras el rostro algo incrédulo y desconfiado de Raven nos taladraba.

―Quizás sí se comieron sus cerebros ―comentó por toda respuesta. La tensión acumulada durante todo ese tiempo, del cual todavía no tenía parámetro, pareció reducirse con esa risa descontrolada y sin sentido. Durante algunos minutos, simplemente estuvimos allí, riendo como si estuviéramos en la Torre viendo una película, sin preocupaciones, sin cadáveres a nuestro alrededor, sin miedo, sin heridas.

Miré a mis amigos y noté que todos estaban cansados y asustados. Starfire parecía ser la que lo había tenido mejor, pero sabía que eso era solamente algo físico: su contextura guerrera seguramente le había permitido resistir mejor los ataques, pero sabía que era su alma la que había sido más lastimada. Cyborg, por su parte, tenía algunos circuitos rotos y algunas extremidades algo sueltas, pero parecía estar bien… o tan bien como podría estarse en un lugar como ese. Ya no estábamos solos. Nos teníamos unos a otros. Ahora podríamos encontrar la solución.

―¿No vendrán más criaturas repugnantes? ―preguntó Starfire con un tono de voz algo agudo.

―No. ―Todas las miradas se dirigieron hacia Raven, quien simplemente agregó―: No siento a nada más que a nosotros. ―Sus ojos parecían destellar en la oscuridad―. Supongo que simplemente intentaban alterarnos.

―¿Ustedes también…? ―aventuró Chico Bestia, observando a Raven, Starfire y Cyborg indistintamente―. ¿También vieron a…?

―Sí… ―Cyborg cruzó con las chicas del grupo―. Es un truco sucio, hombre. ―Hizo chocar su mano con el puño y apretó los dientes―. Vamos a derrotarlos. ―No pregunté qué habían visto y tampoco lo haría en ese momento. Tampoco me apetecía hablar sobre lo que yo había visto, aunque sabía que lo haríamos eventualmente para sanar.

Nos mantuvimos en silencio un momento, simplemente mirándonos mutuamente. No quería romper ese silencio con ninguna palabra ni con ningún gesto. Desde la primera vez que había despertado en la oscuridad de una celda que no reconocía, me sentía tranquilo y seguro. Entre amigos. Con mi propia familia. Estábamos heridos y asustados, pero me sentía en paz.

¿Están disfrutando de la calma, Titanes? ―preguntó la voz que reía.

―¿Quién está ahí? ¡Muéstrate! ―rugió Cyborg, preparando su cañón sónico y dirigiéndolo hacia todos lados―. ¡Sal a pelear!

―No lo provoques… ―advirtió Chico Bestia, acercándose a su amigo con un rostro algo preocupado y tensa―. No quiero más zombies en lo que me queda de vida…

―Raven, ¿puedes sacarnos de aquí? ―pregunté. No obtuve respuesta más que ser cubierto por la energía oscura de mi amiga, que nos envolvió a todos en ese frío familiar que ahora me parecía tan acogedor. Sentí cómo nos movíamos a través de paredes y de lugares desconocidos. El alma de Raven era vibrante y compleja y cada vez que nos teleportaba en ella, podía sentir una parte de ella misma en mi propio interior. Esta vez, podía sentir dolor, opresión… miedo. Ella jamás lo admitiría, pero todos podíamos percibirlo y podíamos sentirnos identificados con esas emociones.

De pronto, caí. Sentí los gritos de sorpresa de mis amigos y por instinto, saqué uno de mis ganchos y me balanceé para evitar caerme. Chico Bestia se transformó en un gorrión y revoloteó alrededor de mi oreja; Starfire agarró a Cyborg, que soltó una maldición entre dientes.

―¿Qué pasó? ¿Raven?

―¡Raven!

―Estoy aquí. Algo chocó con mi alma...

Antes de que pudiéramos hacer más preguntas, nuevamente la escuché. Esa risa suave, educada y burlona que resonaba en toda la oscuridad, que no salía de ningún lugar y de todas a la vez. Seguía suspendido en algún lugar, pero rápidamente sentí cómo el alma de Raven nuevamente nos cubría.

No lo creo, pequeña…

Algo nos golpeó. Volvimos a caer y esta vez chocamos contra algo sólido, que, sin embargo, no era suelo. Starfire dijo algo en tamaraniano cuando empezamos a hundirnos en ese «algo» que parecía gelatina. Luchamos para salir. Grité órdenes, pero fue completamente en vano. Traté de utilizar cualquier cosa de mi cinturón, pero apenas podía moverme. Cuando aquella cosa apretó mi cuello, hundiéndome cada vez más, empecé a ahogarme.

«¡No!» No podía rendirme, ¡tenía que salir! ¡Tenía que salvarlos! Más abajo. Más abajo. Esa cosa me apretaba todo el cuerpo, hundía mis costillas y se deslizaba por mi garganta a través de mis entrañas. Ya no escuchaba los gritos de mis amigos. No podía escuchar más que a eso apoderarse de mí, avanzando, retorciéndose, cubriéndolo todo.

¿Acaso tienes miedo, Robin?

«Tengo miedo», reconocí. Pero eso no iba a detenerme. Intentaba liberarme, pero estaba completamente inmovilizado, asqueado, ahogado, presionado. No podía ver, no podía moverme, no podía escuchar, no podía sentir nada más que la asfixia, más que la oscuridad y la nada. La nada que se apoderaba de todo.

¿Cómo vas a salir, Chico Pesadilla? ¿Cómo vas a salvarte esta vez? ¡No está el Murciélago aquí! ¡Tus amigos están perdidos!

Una nueva risa, cascada, huesuda, de cráneos y huesos chocando. Manos aprisionaron mi cuello inmóvil, surgiendo de aquella «cosa» que me tenía prisionero y casi moribundo. Me arañó la piel y comenzó a presionar y a apretar. Hubiera gritado si hubiera podido. Hubiera luchado si hubiera podido. Pero no podía. No podía. De una oscuridad que no conocía, me había enfrentado a los fantasmas retorcidos y muertos de mis padres y ahora volvía a la oscuridad.

«No voy a morir».

Pero…. ¿realmente era una decisión que podía tomar? O… ¿no había alternativa?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014