Susurro: Necios o justos

lunes, 26 de noviembre de 2012

Cobardes necios que acusáis
al prójimo, sin razón
sin ver que sois una versión
de lo mismo que condenáis.

Si con cinismo sin igual
alardeáis vuestro desdén
¿Cómo pretendéis que obren bien
si vosotros mismos soñáis el mal? 

(Adaptación de un poema de Sor Juana Inés de la Cruz)

***
A veces me pregunto si tiene caso realmente anhelar otra cosa que la mugre y el egoísmo que reina el mundo. Al parecer, simplemente es cuestión de tiempo. De nada vale la voluntad, el conocimiento, la firmeza o la integridad... todo está a la venta y todo se corrompe por la ambición o el miedo. Un miedo cobarde, ni siquiera prudente, que simplemente balbucea excusas para consolar conciencias.
Ni siquiera quiero "filosofar" o pensar en sobre cómo deberían ser las cosas. Solo estoy enojada. Indignada. Molesta. E impotente al ver que incluso entre las cuatro paredes miserables y patéticas que llamo hogar, la hipocresía, la flojera, el conformismo y la cobardía son cosa de todos los días. ¿Que alguien hace algo indebido a solo metros de nuestras ventanas? ¡Pues critiquemos durante toda la cena! Oh, pero no se os vaya a ocurrir a alguno comentarlo, pensar en denunciar o en hacer algo. ¡Eso sería un escándalo!
Y una mierda, la verdad. Una mierda, porque así son todos. Así son exactamente todos. Y ay del que quiera ser distinto o que intente rebelarse, porque le cae todo el peso encima y sé por experiencia que la capacidad de convencimiento de un cobarde es alta. Lo sé, también lo soy en muchos sentidos. Sé lo fácil que es excusarse y lo fácil que es convencerse de que no hay otra forma de hacer las cosas, de que así son y así serán.
Sé lo fácil que es quejarse. Lo fácil que es mirar hacia otro lado y dejar de pensar en aquello que nos incomoda. Sé que a veces hace falta mucho dolor y muchísima rabia para poder actuar y que, aún así, en ocasiones no es suficiente.
Pero sé que cuando algo es injusto, que afecta a muchas personas y cuando hay algo que podemos hacer, debemos hacerlo. Despertar de nuestro letargo y arriesgarnos a hacer lo correcto. ¿Y qué he hecho yo para seguir mi propio consejo, dirán? He denunciado. Me he movido. He intentado luchar con los escasos medios que tengo y con las muchas cadenas ―algunas voluntarias― que tengo sobre mis muñecas y tobillos. He hecho algo. Quizás poco. Quizás nunca lo suficiente. Quizás insignificante, pero es más de lo que muchos. Y me avergüenza saber que yo, un pobre piojo miserable en el fin del mundo, he hecho más que otros tantos que podrían cambiar el curso de pequeños y valiosos destinos.
Escribir tampoco es suficiente en muchas ocasiones. Pero en esta oportunidad no estoy sirviendo a más causa que la de expresar mi propio desencanto. Mi rabia sorda que se enfría demasiado rápido, porque está acostumbrada a estar sometida. Mi impotencia y mi inutilidad. Ya que, si de algo me han convencido en estas malditas cuatro paredes, es eso: que soy inútil. Lo sé. Pero no soy más inútil ni más cobarde que cualquiera de vosotros. No soy más ignorante ni más soberbia que cualquiera de vosotros. No soy más despreciable ni más perdedora que ustedes.
Y eso es triste. Es triste ser así y comprobar que no se vislumbra nada distinto. Es triste comprobar que no hay modelos, no hay ídolos ni roles a seguir, que nadie siquiera aspira a ser distinto ni siquiera a intentarlo. Es triste saber que soy incapaz de ser más de lo que soy y es triste saber que no hay nadie dispuesto enseñarme. Es triste saber que soy inútil y que el resto también lo es y que a nadie parece molestarle.
Era cierto aquella frase que decía: "Lo único necesario para que la maldad triunfe es que los buenos no hagan nada". Aunque quizás cabría preguntarse si realmente alguien que no hace nada podría ser catalogado como una "buena persona". Porque, ¿qué buena persona mira a su alrededor, el sufrimiento, la injusticia, la desigualdad y el dolor y se siente conforme? ¿Qué persona puede observar el mundo, encogerse de hombros, marcharse y sentir que es buena? ¿Ni siquiera un cuestionamiento? ¿Ni siquiera una reflexión?
Me niego a pensar que no queda esperanza y por eso a veces me siento desesperada. Porque no hay desesperación sin un rayo de esperanza. Sé que hay gente allá afuera, gente que quizás lea esto o quizás no, que no se siente conforme y que esté luchando. Gente que dedique tiempo de su vida en pensar en por qué las cosas suceden y en qué podría hacer. Gente que, pese a que quizás le falte el valor de actuar, sabe que las cosas no están bien y hace lo que puede para cambiarlo. Gente que se sienta y realmente sabe que las cosas están mal y quisiera cambiarlas.
Gente que es diferente. Que es diferente de corazón, no por falta de oportunidades o poder. Gente que, si pudiera hacer el mal sin miedo, no lo haría. Gente justa. Porque el verdadero justo, no es aquel que no comete injusticias, sino el que pudiendo cometerlas... no quiere hacerlo. Y seguiré luchando dentro de mi propio metro cuadrado. Lo intentaré, aunque choque contra la ignorancia y el egoísmo una y otra vez y aunque mi propio miedo me arrastre hacia atrás.
Sé que hay gente distinta, porque yo quiero ser una y no soy mejor que nadie. Si yo lo intento, quiere decir que otra persona ya lo logró. Y eso es hermoso.

1 comentario:

  1. Curioso texto. Un patetismo razonado. Sí, estamos, si, existimos, aqui afuera. No tengo respuestas para nosotros, salvo el miserable punto de apoyo q resulta de dividir y recortar y acomodar el bosque entre cuatro paredes. Q me complazco en ofrecer, et terram coelumque movebis, pero terram principalmente, va bien para vegetales prendimientos. [Siempre desanimo a cuantos por inclinacion se lanzan a la tarea prometeica de cambiar el mundo entero de arriba a abajo sin omision de parte ni particula; acaban cantando, q es poco resultado, puestos a comparar ambiciones y exhibiciones. Escribe, para el otro coro siempre habra tiempo; escribe, las cuatro paredes son 8 facetas, una vez añadidas las mias, escribamos, siquiera porq se deje sentir la metalica cadena q vincula tanto leopardo de circo y circuito regional con tanta pantera de patricia casa de fieras, el clamor de las letras es un clamor de grilletes y de bestias entre rejas. Los tabiques comunicantes escandalizan en cencerradas atronadoras, y por ahí anda Pitagoras, que sabe q el universo cursa con melodia y proporcion solo con mirar la distancia q separa las esferas. "¿Y por qué los demas no las oimos?" "Sí las oís. Pero, por haberos acostumbrado a su fondo rumoroso, no os dais cuenta." Hay rumor en tus letras, en ti esta la armonia y la fiera.]

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