Susurro: Y a las doce...

viernes, 8 de marzo de 2013

El gato nunca entendió por qué su amo le había puesto “Medianoche”. Era blanco y naranja, lo había encontrado en una tienda de zapatos del centro al ir a comprar durante la tarde y jamás había salido de noche por el barrio, ya que vivía en un departamento. En realidad, sospechaba que lo mantenía más bien escondido y el felino sospechó que seguramente no debía estar permitido tener animales en ese edificio.

Se encaramó al alféizar de una de las ventanas y observó el bullicio de la calle desde su cómodo cuarto piso. Era una calle bastante concurrida y siempre veía cosas moviéndose y luces que se prendían y se apagaban. Muchas veces se había preguntado cómo sería salir a esa calle que su amo siempre criticaba por su cantidad de gente, su mal olor, su calor o frío o, incluso, su cantidad de ruido. Muchas veces también se lo había preguntado a su amo directamente, pero había aprendido que los humanos eran analfabetos y bastante tontos, así que había dejado de intentar comunicarse.

Medianoche miró el reloj y se dio cuenta de que eran precisamente las doce de la noche. Feliz con la coincidencia, decidió que era el tiempo preciso, prudente y adecuado para ir a pedirle a su amo, que tenía que levantarse a las seis de la mañana a una dura jornada laboral, algo de comida y un poco de tiempo para jugar.

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