Susurro: Llegó tu época

domingo, 17 de noviembre de 2013

Llegó tu época.

Llegó el milenio del calor, del trópico chileno, llegó el tiempo de las sandalias con tímidos calcetines, de las poleras viejas y de las quejas por un verano que se disfrazó de primavera. Llegó tu época, junto con la vanidad, el miedo, el ocio y el trabajo… Y todavía no sé dónde estás.

A veces me dueles en sueños y en vigilias y un abismo crece en el interior de mis dedos. Otras veces me ríes y me burlas, porque estás en todas partes, pero no me devuelves mi sonrisa. Los quizás se acumulan, las canciones se repiten y las palabras mueren y resucitan. 

Sopla viento caliente que me tortura, pero que recibo con anhelo, alegría y nostalgia. Porque quizás tú también lo sientas con tus mejillas hoy, ayer o mañana y lo compartimos en silencio. Y quizás algún día sea el mismo.

Por ahora, solo me conformo con tu esencia en el reflejo del sol en el mar y en las inevitables burlas que las paredes, en tu nombre, parecen dedicarme. Me niego a contar los días. ¿Lo harás tú? O es solo una vida que se multiplica, usa, acelera, duerme y me olvida.

Incluso hoy me río. ¡Cuántas cosas han pasado! Cuántas páginas no escritas de nuestro mundo, cuántas opiniones cercenadas, cuántas noticias ya lejanas. ¿Qué me contarías este verano con traje de primavera? Yo te hablaría de nuevos desafíos, de viejos miedos, de lágrimas más saladas y pequeñeces gigantescas. De cómo me persigues sin saberlo, de las apuestas que gané y los juramentos que he honrado.

Te contaría que te quiero y te entiendo.

La realidad es amarilla a mi alrededor, con trozos de azul. Está empapelada en blanco y de falta de tiempo. Temo escribir y temo no hacerlo. Pero allí estás, aunque no realmente, susurrando, doliendo, riendo, inspirando, recordando, ideando, estando y no estando.

Casi puedo ver los rastros de te extraño y no te olvido marcando los pasos en el asfalto. Y, como siempre, en cada rostro busco el reflejo de tus ojos y el eco de tu sonrisa torcida. El movimiento trae palabras que no he dicho y sensaciones que quisiera reencontrar.

Llegó tu época, porque el calor trae consigo la promesa de interminables conversaciones en un cementerio. Tae la fuerza que debilita la música. Resuena, resuena y no es tu voz.

No mucho ha cambiado, ¿ves? Sigo disfrazando con pomposa poesía la miel que a veces no puedo retener. Pero también tengo más rabia y he aprendido a apagar las llamas del odio con silencio y dolor. Es mejor enfrentar la soledad de un techo agrietado que rendirme ante la mediocre oscuridad, sin soñar aunque sea en secreto. Pero sí, odiar es más fácil.

Y, sin embargo, todavía no he aprendido a odiarte, como tú querías. ¿Cómo podría? Oscura e inútil odisea en un barco que no existe.

Ven. Sí, ven. Sumérgete en un cofre de papeles. ¿Qué ves? No me esperes, yo ya estoy ahí. ¿Me recuerdas? La que sonríe con una chaqueta con olor a cigarros y frunce el ceño ante la palabra “revolución”. La que se atrevió a escribir como tú.

Hoy huele a verano. Huele a novela. A espera, a esperanza, a miedo, a gratitud, a rabia, a nobleza, a palabras, a promesas.

—Y te sigo esperando y te sigo queriendo —digo.

¿Lo haces tú?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Santa Template by María Martínez © 2014