Carta a un futuro millonario

sábado, 28 de diciembre de 2013

Querido hermano y futuro magnate: 

Quizás sea baladí comenzar esta carta con una explicación, pero bien valdrá para colocar un contexto. Escribir siempre ha sido más fácil para mí, más ordenado y más preciso, por lo que prefiero, en definitiva, escribirte estas líneas antes que balbucear incoherencias en medio de un clima demasiado caluroso para pensar con claridad. Además, tú ya sabes de qué voy a hablarte, ¿no? Y precisamente por eso es importante.


Aunque el apelativo con que me dirijo sea casi una broma privada ya entre nosotros, puede que no esté muy alejado de la realidad. Después de todo, la rentabilidad de un profesional de la ingeniería nunca es muy baja —aunque, en ocasiones, puede ser inestable. Sin embargo, me gustaría ir un poco más allá. Porque muchos hablan de futuro, ahorro, ganancia, porvenir, carrera, beneficios y dinero… pero pocos hablan de otra cosa. Pocos hablan de sueños. Pocos hablan de servicio. Pocos hablan de realidades. Pocos hablan más allá de su propia nariz.


Muchas veces me pregunté qué sentiría cuando vivieras este momento, cuando te declararas, inexorablemente, como el mejor. Quizás un título pretencioso para un chico que apenas inicia su vida, pero que quizás no sea tan alejado de nuestro mundo. Y muchas veces temí que sintiera envidia de tu éxito o resentimiento contra tus logros. Me alegra comprobar que, ante tu pequeño puntaje en negrita y las llamadas persistentes en tu celular, cargadas de felicitaciones y ofertas, solo siento alivio, alegría y un extraño orgullo.


Un orgullo porque veo que frunces el ceño ante las felicitaciones y rehúyes esas vanas intenciones por mostrar tus laureles frente a todo el mundo. Orgullo, porque sé que sabes que, aunque tu logro s innegable y tu esfuerzo es admirable, un puntaje no hace a una persona y después de la una de la tarde del día 27 de diciembre de 2013, sigues siendo el mismo torpe jugador de videojuegos y fanático de los computadores de siempre. Quizás con algo de alivio. Quizás con algo de cargas. Pero sabedor de que una persona es más que un número y un talento es mucho más que una prueba. Porque sabes que no eres mejor que nadie, aunque estés —qué duda cabe— en la cima.


Pero no es solo eso lo que quiero decirte esta vez. A riesgos de generar una sonrisa burlona en ese rostro mal afeitado, quisiera ir un poco más allá. Porque en este mundo parece que se han olvidado las cosas importantes. Aquellas cosas por las que vale la pena tomarse unos minutos para pensar. Qué quieres estudiar es casi irrelevante. Sé que elegirás bien y que caminarás los siguientes años, liviano y confiado, pues superarás todas las dificultades. Solo me gustaría que te tomes un segundo para preguntarte para qué.


«¿Para qué quieres estudiar?». No, no solamente porque es la manera en que este país funciona, porque para eso estudiaste duro o porque con ello ganarás dinero. El verdadero para qué. ¿Qué quieres lograr? Puede que ya tengas la respuesta o puede que la estés buscando, pero es esencial preguntársela. 


Es posible que te encuentres con compañeros que te sonreirán orgullosos y dirán que solo están allí, en el mismo lugar que tú, por el dinero que ganarán y por el respeto que conseguirán de ello. Quieren crear grandes imperios y nunca volver a ser pulgas en un mundo demasiado grande y demasiado cruel para considerarlos. No te dejes seducir por su derrotismo. Que por amor solo cantan las aves y todos tenemos que comer. Todos vivimos en este sistema y todos nos aprovechamos de él. No juguemos a las revoluciones en esta carta, porque nos conocemos. Pero no te dejes encantar con ellos.


Dirás: «¿Yo? Nunca lo haría». Pero el tiempo cambia a las personas. El tiempo, las experiencias, la distancia, el silencio, los pensamientos. Todo cambia, varía, se transforma y muta. A veces para mejor. A veces solo es un retroceso. Pero busca siempre ese para qué. Aunque sea una sola palabra, imprecisa y vaga. Busca ese para qué. ¿A qué dedicarás tu energía e innegable talento? Sea cual sea esa respuesta, que sea sincera y auténtica. Muchos pensarán y te dirán que no hay alternativas. Que este mundo no tiene solución y que todo está tan mal que ni siquiera vale la pena intentar algún cambio. Que es mucho mejor rascar la espalda propia, concentrarse en el futuro de uno —su casa, su auto, sus cosas— que mirar hacia otro lado. Pero es mentira. Y quieren que la creamos, porque mientras más personas la crean, menos intentarán buscar la verdad.


Sí, son palabras que suenan muy bien, pero que pueden ser una realidad si chicos como tú las siguen. Busca ese para qué. Mientras otros llenan sus bolsillos y los de aquellos que ya están muy abultados, tú sigue buscando. Mientras otros escalen hasta la cima y aplasten con sus pies a lo que alguna vez fueron, tú sigue buscando. Mientras otros olvidan que también fueron jóvenes e idealistas, tú sigue buscando. Porque esa búsqueda no terminará nunca, pero asegurará que esa persona en la que te conviertas —sea quien sea— , podrá mirarse al espejo con el orgullo de haber hecho lo correcto y de haber ayudado a quienes lo necesitaban.


Digo esto con la confianza de que ya no le estoy hablando a ese niño arrogante y malcriado que rompía sus juguetes y creaba balones de papelitos arrugados, sino con el adulto mal peinado y con una sonrisa tonta que sabe quién es, dónde está y quiénes lo rodean. Ese que ya dejó de repetir lo que le decían y empezó a pensar por sí mismo. Que abrió los ojos. Que sabe escuchar y que tiene voz.


Serás universitario y en unos meses volverás a estar rodeado de horarios, de tareas, de décimas que contar y de equis que encontrar en algún lugar perdido. Pero no olvides su sentido. Y no olvides que si no quieres cambiar el mundo, si no sueñas con cambiar el mundo… nadie va a hacerlo por ti. No te dejes abrumar por la rutina y busca en cada prueba, en cada clase, en cada minuto de terco aburrimiento el rostro de la persona que ayudarás con ese esfuerzo, el granito de arena que dejarás en este país y la sonrisa del trabajo bien hecho al final del día. 


Y recuerda que no todos tienen tus privilegios ni tus talentos. Que no todos tienen la fortuna de tener una casa cómoda, de tener varios computadores en casa, de tener libros que leer a todas horas, de tener agua caliente con la que ducharse o medicamentos con los que sanar. Recuerda que eres privilegiado, tal como lo soy yo. Recuerda en qué lugar vivimos, pero no te avergüences. Si alguna vez sientes vergüenza, siéntela por el mundo en que nos tocó vivir, con sus profundas oscuridades y sus crueles injusticias. Y luego camina. Cámbialo. No lo harás solo, porque ni el más grande genio puede cambiar el mundo.


Pero descuida. Yo voy a estar ahí. Y con nosotros, espero que también muchísimos más que, justo en este momento, piensan en la decisión de su futuro. Sacan cuentas y revisan folletos y panfletos, de esos que seguramente tienes acumulados por cientos. Y, en especial, no dejes que las palabras solo sean palabras. Que no se pierdan en las bromas de un segundo o en el pragmatismo en que siempre estamos sumidos. No te dejes encantar por las flautas ni te dejes derrotar por las cadenas. 


Eres libre de elegir tu camino. Más libre que muchos otros. Y no olvides ser feliz. Que, después de todo, de eso se trata la vida, ¿no? De ser feliz, amar, aprender y dejar huella como decía Coco Legrand. Ya has empezado a dejar la tuya. No te rindas. Que esa huella puede cambiarlo todo. Y que cuentas conmigo para sacarte de prisión cada vez que metas la pata. Para qué más puede servir una hermana abogada, después de todo. 


Empieza a caminar, comparte tus millones, aprende a afeitarte, déjame jugar en tu computador y nunca olvides al resto y a aquellos que te rodean. Seas grande, pequeño, poderoso o humilde, no olvides usar tus conocimientos para su servicio, para ayudarles y, en definitiva, para hacer de este mundo un mejor lugar. Y que nadie te diga que es imposible. 


Te quiere


Tu hermana «Pau».

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