Aspirantes a tormenta

miércoles, 21 de enero de 2015

En el fondo, eres destrucción. Pero no en el sentido misterioso e intrigante que lo concibes, sino del modo patético y silencioso que a veces notas. Lo puedes casi sentir en el modo en que tus ojos se entornan solo un poco al leer cómo otros expresan sus tormentas o en el aleteo frenético que percibes en el estómago cuando una idea especialmente desagradable aparece en el fondo de tu cabeza. En las oraciones largas. En las metáforas que nadie entiende.

Ese es el estilo ahora, ¿no lo crees? Enredarse en palabras y palabras que nadie comprende, en poesía disfrazada de reflexiones y de pensamientos de  cartón que solo sirven para parecer profundo y torturado cuando están publicando tan solo en una vitrina ante ojos desconocidos. En el fondo, los desprecias. Pero no eres diferente, aunque la sola idea te irrita, ¿no? Claro, eso de parecerse al resto es solo interesante cuando son cosas que quieres. Cuando se trata de ser enigmático y oscuro… todos son diferentes

Palabras. No son más que palabras. Le dan una importancia sublime a los disfraces que crean con ellas y los juguetes que construyen con su ayuda. No son más que palabras. Valor incalculable. Más bien, pobre intento de aparecer y parecer. Tristes imitaciones de la vida. Tristes formas de gritar que sí, estamos aquí y a nadie le importa.

Retuércete de dolor en palabras de frío, nubes, huracanes, sangre y soledad. Deja que el resto vea cómo sufres y chupa su atención y su maravilla. Bebe. Y luego sonríe, pero no demasiado. No vaya a ser que alguien piense que eres feliz. Trata de embellecer una tristeza patética y cotidiana, de frituras y amigos lejanos. Viste tu historia con finos hilos de palabras que cubren una desnudez vulgar y corriente, una cara torpe tras una máscara de inexistentes luceros mustios. Una vida cómoda pintada un poco de gris para las masas anónimas que también buscan un poco de dolor. Un poco de exquisita agonía para enredarse. Y todos justifican su patética maraña de fantasías.

Pero lo notas. La obsesión en tus elecciones. Las fantasías, que todo el mundo tiene, patética criatura. No creas que tu oscuridad es especial. Es solo una nube en tu cabeza. Una nube gorda y negra de esas que amenazan lluvia y truenos, pero que nunca hacen nada. Las que de verdad mojan son los cielos grises. Y tú tienes demasiado color, aunque trates de pintarlo con lápiz grafito. Quieres destruirlos a todos. Pero no sabes quiénes son todos ni lo que significa destruir. Solo quieres jugar con metáforas, como todos los demás. Eso es profundo y elegante y artístico. Pero son solo simplezas adornadas. 

No son más que copias y copias de copias. Como tú. Sigue escribiendo y hundiendo todo en recursos literarios, en repeticiones, revisa la ortografía de tus pensamientos, los referentes en tus emociones, las hipérboles de tus fantasías, cuida la redacción de tus desvelos, no vaya a ser que alguien eche un vistazo y vea que a tu oscuridad le falta ritmo o estructura. No vayan a descubrir sombras de personajes sin desarrollar. Destrúyelos a todos, allí en tu mente, donde todo siempre llueve y es siempre de noche y dónde tienes valor para desangrarlos. 

Y piensa en él. Como siempre. Y sonríe. Sonríe con tus recuerdos y tus promesas y en las palabras que fueron verdad y fueron mentira. Recuerda su voz y la forma de sus burlas, imagina el aroma de sus cigarrillos o la textura de su pelo. Luego ríete de ti misma y sigue extrañándolo. De la forma en que sabes, con memorias y letras. Con palabras. Esas que no valen nada, pero que son tuyas. Y son de él. 

Pero solo por un momento. Luego piérdete otro rato en nubes negras, que siempre hay páginas blancas que rellenar. Mira a tu alrededor, esa vida cómoda y rutinaria, esa vida normal, común, corriente como la maleza y apacible. Invéntale gritos y lágrimas y baila con esas metáforas tan bonitas y repetidas. Luego destrúyelo todo y siente la incomprensión del mundo. Porque eres especial. Diferente. Eres tormenta y eres destrucción. Eres poesía en prosa y violencia en un latido.

Sigue creyéndolo y deja que te admiren los que también aspiran a ser penumbra. 

Luego intenta olvidar que le temes a la oscuridad.

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